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¿Y esta arruga de qué es?: Duelo por envejecer (sin perder el sentido del humor)

Mujer frente al espejo reconciliándose con su imagen actual, duelo por el envejecimiento

Un día te miras al espejo y no sabes si reír, llorar… o ponerte gafas para no verte. Hay una arruga nueva (¿eso estaba ayer?), un crujido de rodilla al levantarte, o un comentario tipo: “¡qué bien te conservas!”. Ajá. Como si fueras mermelada. Puede que no lo digas en voz alta, pero ahí empieza el duelo por el envejecimiento.

Mujer en el gimnasio con gesto de dolor al tocarse la rodilla, simbolizando los desafíos físicos del envejecimiento y la frustración ante las limitaciones del cuerpo.

El duelo por el envejecimiento no es un drama, pero tampoco es el paseo de rosas que algunos anuncios plateados venden. Cambia el cuerpo, cambia la energía, cambia el deseo, cambia la mirada de los demás. Y lo que duele no es solo físico: es simbólico. Es verte diferente en un mundo que idolatra la eterna juventud.

Este artículo no te promete milagros. No vas a “amar tu celulitis” ni “honrar tus canas”, ni le vas a hacer una fiesta a tus «problemas de próstata». Pero sí vamos a darte una mirada más amable, profunda e incluso divertida sobre el duelo por el envejecimiento.

Spoiler: no estás solo, no estás sola, y tu cuerpo, aunque ya no sea el de Instagram, sigue siendo una buena casa.


 ¿Qué narices es el duelo por el envejecimiento?

Spoiler: no se cura con colágeno

Mujer madura sentada con expresión melancólica mientras jóvenes a su alrededor celebran y tiran confeti, simbolizando el duelo por el envejecimiento y el sentimiento de exclusión.El duelo por el envejecimiento no tiene globos negros ni tartas con bengalas. Llega despacio, como una notificación silenciosa: un dolorcillo nuevo, una palabra que se te escapa, una foto donde no te reconoces del todo. Es un duelo, sí, porque implica pérdida. No solo del cuerpo que tenías, sino de las versiones de ti que ya no volverán.

Y como todo duelo, puede doler. Aunque lo disimules con bromas (“me mantengo en formol”) o te compres esa cremita de 89€ que promete milagros con nombre francés.


Lo que nos pasa por dentro… y por fuera

El duelo silencioso de las mujeres que envejecen

  • Menopausia: más que un “se acabó la regla”, es un “¿quién soy ahora?”. El cuerpo cambia de ritmo, de textura, de temperatura (hola, sofocos), y a veces también de humor. Bienvenida al nuevo club.

  • Pérdidas de orina: sí, pasa. Y no, no eres la única. Lo que antes era reírse hasta llorar ahora es reírse hasta cambiarse de ropa interior. Maravillas del suelo pélvico.

  • Cuerpo cambiante: el pecho cae (como el entusiasmo), el abdomen se suelta (como el control en ciertas situaciones) y el espejo se vuelve más crítico que tu ex. Pero todo eso no define tu valor. Solo que cuesta recordarlo.

Duelo masculino por el envejecimiento: del “yo fuerte” al “yo real”

Y en los hombres… tampoco es un festival.

  • Próstata: ese órgano discreto que empieza a hacer ruido. Vas al baño más que al gimnasio. Y a veces lo de “rendimiento nocturno” se refiere solo a cuántas veces te levantas a orinar.

  • Disfunción eréctil: que sí, que no, que tal vez… Y con ello viene la sospecha de “¿sigo siendo hombre de verdad?” como si la masculinidad cupiera en centímetros o en minutos.

  • Calvicie y tripita: el cuerpo cambia, y aunque algunos lo llevan con orgullo tipo Sean Connery, otros entran en pánico al ver un selfie en ángulo bajo. Normal.


Cambios comunes en el proceso de envejecer (y el duelo que trae)

Aunque parezca que solo los demás envejecen (los de las reuniones de antiguos alumnos, por ejemplo), la realidad es que a todos nos pasan cosas como:

  • Arrugas y canas: los “mapas del alma” que nadie pidió.

  • Falta de agilidad: te agachas y ya no sabes si vas a volver. Te tropiezas y caes «como un ballenato desmayado» y te duele más el orgullo que el raspón en la rodilla.

  • Cambios hormonales: llanto con anuncios de seguros, despistes tipo “¿yo venía a por qué?” y subidas y bajadas de energía como si tu cuerpo jugara a la montaña rusa.

Hombre maduro sentado en el suelo con expresión de impotencia, junto a ropa tirada, una silla caída y un jarrón roto, representando el impacto emocional del duelo por el envejecimiento.


El cuerpo como ex compañero de piso difícil

A veces parece que tu cuerpo va por libre. Tú quieres fiesta, él pide sofá. Tú te motivas con una caminata, él responde con agujetas de dos días. Esta nueva relación necesita nuevas reglas: más paciencia, más cuidado, menos exigencia.


¿Se puede vivir esto sin volverse una caricatura?

Sí. El duelo por el envejecimiento no se supera con frases tipo “la edad es solo un número”. No lo es. Es un número que pesa cuando lo sientes en la espalda, en la vista cansada o en la ropa que ya no sienta igual.

Pero también es posible vivir este proceso con otra narrativa. No eres un cuerpo que se estropea: eres una persona que se transforma. Y ese cuerpo sigue siendo tu aliado si sabes escucharlo.


Hipnosis: más que un reloj oscilante

La hipnosis clínica no te quita las arrugas (ojalá), pero sí puede ayudarte a dejar de verlas como una amenaza. Es una herramienta para reconciliarte contigo, para conectar con las partes de ti que siguen vivas, fuertes, incluso sensuales.

¿Qué puede trabajar la hipnosis en el duelo por envejecimiento?

  • El juicio al cuerpo: convertirlo en diálogo interno, no en pelea.ombre maduro tumbado en un sillón con expresión de paz y satisfacción, usando auriculares, simbolizando una sesión de hipnosis para el duelo por envejecimiento en un entorno cálido y tranquilo.

  • La mirada: ¿qué historia te estás contando al verte?

  • La sensualidad: sí, sigue ahí. Aunque no tenga 30 años.

  • El deseo: aprender a desear desde otro lugar, más libre, más propio.

  • La reconciliación con quien fuiste: incluir, no eliminar.


Duelos femeninos: de «madre potencial» a «mujer que se basta»

Muchas mujeres sienten que, al dejar de menstruar, también dejan de valer para algo. Como si ya no fueran útiles para el mundo, ni deseables, ni productivas. Pero hay algo hermoso en esa liberación: ya no hay necesidad de cumplir con ningún molde.

Visualizarse como una mujer sabia no es una cursilería new age. Es un acto político y terapéutico. Es dejar de pedir permiso para existir.


Duelos masculinos: del “yo fuerte” al “yo real”

Muchos hombres descubren que su valor no estaba en sus músculos ni en su erección de acero. Pero cuesta. Porque a nadie le enseñaron a ser hombre desde la ternura.

La hipnosis puede ayudar a recolocar esa identidad. A dejar de luchar por parecer “invulnerable” y empezar a reconocerse como suficiente. Con barriga, con dudas, con gafas progresivas.


¿Y si el duelo por el envejecimiento no va de decir adiós?

Una cosa importante: en este duelo por el envejecimiento no hay que despedir a nadie con un pañuelo blanco ni hacerle un funeral vikingo a tu yo de antes (aunque si quieres hacerlo no te olvides de invitar a la fiesta a tu yo actual). No hace falta quemar la versión de ti que fue joven, rápida, deseada o potente. No se ha ido. Solo ha cambiado de rol.

Sigue contigo. Observando. Recordándote quién fuiste. Y ayudándote, si la invitas, a ver quién puedes ser ahora.

Una escena para la reconciliación (modo hipnosis activado)

Visualízate entrando en un espacio simbólico: una sala acogedora, un jardín interior, una biblioteca infinita. En algún rincón está tu yo de antes.

Mujer madura sonriendo con expresión segura, vestida con chaqueta de cuero moderna, simbolizando aceptación y disfrute de su etapa vital con estilo y autenticidad.

Quizá es una mujer de 35 con el pelo suelto y energía para dar y regalar. O un hombre de 40 que todavía creía que lo podía todo.

Te acercas. No con nostalgia, sino con cariño. Y le dices:

“Mira, chata/o… Gracias por lo que fuiste. Pero ahora me toca a mí.
No te vas. Solo vas al asiento de copilota/o.
No necesito correr como tú corrías.
Necesito estar como yo estoy.”

Y ella (o él) te mira. Tal vez con un poco de escepticismo al principio. Pero luego asiente. Porque sabe que has llegado a una nueva etapa. Más lenta, quizás. Pero más tuya.


Cuidar el cuerpo, pero sin torturarlo

Hay una diferencia entre cuidar el cuerpo y querer devolverlo a los 25.

Spoiler: no va a pasar. Pero sí puedes hacer cosas que lo nutran y lo dignifiquen.

  • Muévete como te guste (no como te digan)

  • Come cosas que te sienten bien (sin moralina)

  • Duerme cuando puedas (y si no, haz las paces con tus ojeras)

  • Rodéate de ropa, aromas, sonidos que te recuerden que sigues teniendo un cuerpo que siente


¿Y si esto fuera una metamorfosis?

No es que se te haya pasado la vida. Es que estás cambiando de forma. Como una oruga que se convierte en… ¿una mariposa con gafas de cerca? Puede ser.

El duelo por el envejecimiento también puede ser un proceso de recuperación de la autenticidad. Por fin puedes decir que no, que te da igual, que ya no necesitas demostrar.


Cosas que no pierdes (aunque lo parezca)

  • Tu sentido del humor

  • Tu capacidad de amar (aunque sea con cremas antiinflamatorias)

  • Tu deseo (aunque se exprese de otra forma)

  • Tu capacidad de aprender, de empezar algo nuevo, de emocionarte


¿Cuándo pedir ayuda?

Si el duelo se convierte en sufrimiento sostenido:

  • Si te odias al verte

  • Si evitas todo lo que implique contacto corporal

  • Si te aíslas

  • Si entras en una espiral de autocrítica y nostalgia permanente

Entonces sí: pide ayuda. La terapia está para eso. Y puede ser un camino hermoso de reencuentro contigo.


Epílogo: no estás hecha/o para mantenerte como nuevo, sino para vivir

No eres un producto. No necesitas “estar bien conservada/o”. Necesitas estar viva, vivo, presente, con todo lo que eso implica. Aceptar las canas, los cambios, los duelos, también es un acto de amor.

Y si en el proceso te sale una risa, una lágrima, o ganas de decir: “¿y esta arruga de qué es?”… entonces vas bien.


¿Te resuena todo esto?

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Cuatro hombres de diferentes edades, de la mano y vestidos igual, representando el paso del tiempo y el duelo por el envejecimiento masculino.